Hacia el año 560 A.d.C., nació en Kapilavasthu (en la antigua India, hoy Nepal) Siddhartha Gautama, príncipe heredero del clan de los Shakyas, de donde derivaría su apelativo Shakyamuni (sabio de los Shakyas). Tras haber llevado una vida llena de lujos y placeres, privado del contacto con las cosas tristes de la vida, se encontró en tres paseos sucesivos por los límites de los jardines reales, con escenas por él desconocidas hasta entonces, las que repercutieron profundamente en su interior: un anciano, un enfermo débil y delgado y un muerto llevado por sus parientes. Sabiendo que su linaje no lo aislaba de esos infortunios (vejez, enfermedad, muerte), se dio cuenta de la inutilidad de gastar la vida en lujos y placeres y deseó encontrar un medio para liberarse de tales tribulaciones. La imagen de un asceta –quien llevando una vida de renuncia a las cosas materiales y dominando sus pasiones, vaga en búsqueda de la verdad– le sirvió de inspiración; y así abandonó sus riquezas y su futuro trono y partió en busca del remedio para la enfermedad, la vejez y la muerte.
Durante seis años aprendió las enseñanzas de los grandes maestros espirituales de la época y siguió prácticas extremas de automortificación. Al darse cuenta de que eso no lo llevaba a encontrar las respuestas ni a liberarse del sufrimiento, abandonó las prácticas extremas, y sentado bajo una higuera oriental, meditó hasta lograr la suprema sabiduría trascendente, viendo pasar ante sí las imágenes de sus anteriores existencias, a los seres cometiendo actos y recibiendo los efectos de sus acciones; naciendo, creciendo, envejeciendo y muriendo una y otra vez en las distintas vías de existencia, arrastrados por la fuerza de sus actos, sus deseos, su ignorancia, sus pasiones. Contando con treinta y cinco años de edad, tras un esfuerzo intenso y final, se convirtió en un Buda, es decir, en un Despierto, un Iluminado.
Durante los siguientes cuarenta y cinco años difundió sus enseñanzas, exponiendo las leyes que descubrió, adecuando sus palabras según su auditorio, dejando un excelente ejemplo y una gran guía para la humanidad, lo que sirvió de base para lo que hoy conocemos con el nombre de Budismo.
Durante los siguientes cuarenta y cinco años difundió sus enseñanzas, exponiendo las leyes que descubrió, adecuando sus palabras según su auditorio, dejando un excelente ejemplo y una gran guía para la humanidad, lo que sirvió de base para lo que hoy conocemos con el nombre de Budismo.
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